Ciudad Valles: Francisca, madre rural, con 92 años de edad, es testigo de casi un siglo de historia en la Huasteca
- Maritza Villegas
- hace 24 horas
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Sábado 10 de mayo de 2025
Ciudad Valles, S.L.P.- Francisca Martínez Gutiérrez, vive en el ejido Rancho Nuevo, anexo al Platanito. Es viuda de Francisco Pérez, y madre de siete hijos: Francisco, Ascención, Alberto, Eufronio, Isabel, Lazara y Elia. Además, de una gran cantidad de nietos. Hoy tiene 92 años, pero tiene fortaleza en su cuerpo, y posee una claridad mental que le permite continuar con sus labores diarias.
Al pie del fogón, en la cocina rústica donde ha puesto la sal y la pimienta para preparar la comida, y elaborar el café para su familia, platicó con MHNoticias de su infancia, y sus vivencias en esta tierra que la vio nacer.
"Doña Pancha", como le conocen, es una mujer de campo, desde pequeña fue instruida para participar en las labores cotidianas.
"No se leer, ni escribir, porque cuando yo era niña, no había escuelas en mi comunidad, había en San Mateo o a Micos; pero, además mi padre nunca quiso. Antes tenían esa mentalidad de que las mujeres no debían instruirse: ¡son viejas, para que quieren estudiar si luego se largan!".
Recuerda que en su infancia el trabajo duro lo llevaban las mujeres en la casa, más porque su madre murió cuando era muy joven. Señala que había que preparar el nixtamal y luego moler el maíz con el metate, antes no había molino ni tortillerías. Y lo mismo con todas las actividades.
"Teníamos de todo, mi papá sembraba y producía todo lo que podía del campo, principalmente maíz y pilón, para tener todo el año; había una casita de palma y el tapanco se llenaba con producto, y lo que sobraba se lo llevaban a vender a la ciudad".
Señala que su padre y sus tíos, trasladaban toda la cosecha en caballos, o en burros. Algunas veces se iban por el puente del ferrocarril por Santa Rosa, pero se corria el riesgo que los animales cayeran al río o fueran arrollados por el tren. No había carretera, solo caminos, por eso era mejor irse por el ejido Otates, y de ahí a la colonia Juárez, para pasar todo por el chalán.
Eran tiempos duros, no sólo no había caminos, tampoco transporte que fuera a las comunidades. Cuando ella iba a la ciudad tenía que caminar cuatro horas desde su ejido a la zona centro, partía a las cuatro o cinco de la mañana, para llegar a tiempo para hacer las compras. Hoy con la modernidad, tienen una carretera estatal y hasta pavimentada, además hay taxis y camiones que recorren la región.
En los años 50', cuando tenía 17 años, llegó el amor y formó una familia con Francisco Pérez. Años después, se casó por la iglesia, en la Parroquia Santiago de los Valles, en las bodas colectivas que organizó el exalcalde Javier Gallegos, donde él mismo fue el padrino, junto a Margarita Bacconier. Fue una fecha memorable y de mucha alegría para jóvenes de su comunidad, porque había un gran número de parejas que pudieron regularizar su situación, y recibir la gracia de Dios, según recuerda.
Ya casada, Francisca se dedicó de tiempo completo a atender y administrar su hogar, cuidar a las vacas, y apoyar a su marido en todas las labores, porque en el campo se hace de todo.
A pesar de que era una época con muchas limitaciones económicas, y de movilidad, dice que no fue difícil criar a sus hijos porque en ese tiempo los niños eran muy sanos. Cuando llegaron a presentar alguna gripe, tos y alguna otra enfermedad como el sarampión, la medicina tradicional los salvaba.
"Mi suegra sabía de hierbas, no íbamos al médico, ella preparaba pomadas, tés y algunos remedios para mejorar la salud. Se iba al monte, y cortaba hierbas como la del venado, barrón, limón, y cualquier hoja o árbol, que ella supiera de su poder medicinal".
Dice que todo lo que le enseñó su suegra y sus ancestros lo sigue utilizando en su vida diaria, esta orgullosa de sus tradiciones y costumbres. "Hace poco prepare una pomada con estiércol de conejo y algunas hierbas, mande a mi nieta a que me buscará lo necesario en el monte, para un remedio; pero, uno de mis hijos es médico y se enoja, me dice que me va hacer mal, y no quiere que los use, pero con eso nos curabamos antes".
Señala que ahora sus hijos son grandes, pero siempre están apegados a ella. Ellos se encargan de cultivar la tierra, atender a los animales y hasta su salud, como lo hicieron con su padre. Hoy doña Francisca sigue disfrutando de la naturaleza y de vivir en el campo.
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